marzo 28, 2024

“La democracia necesita una virtud: la confianza.

Sin su construcción, no puede haber una auténtica democracia”

Victoria Camps

Por Dr. Pedro Gonzales Castro

y Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra

Un hecho poco discutible es que la historia y el pensamiento no siguen un curso lineal, sino desigual y contradictorio. Y en tiempos de efervescencia política, esto hay que tomarlo muy en cuenta, ya que en política no hay nada escrito. Debemos tener seguro que muchos batirán las aguas esperando que, en medio de la turbulencia, el electorado tome decisiones a la ligera.

Estamos en vísperas de las elecciones más grandes de la historia de México. Las 32 entidades del país tendrán elecciones locales concurrentes con la federal, un total de 21 mil cargos de elección popular: se elegirán a nivel federal 300 diputaciones de mayoría relativa y 200 de representación proporcional, así como 15 gubernaturas, 30 congresos locales, además de ayuntamientos, regidurías, sindicaturas y juntas municipales.

Como es de esperarse, muchos de los interesados optaran por encabezar la lista de un partido que les catapulte y, otros tantos, militantes de partidos, negaran “sus espacios” de participación a terceros argumentando su derecho de antigüedad. Situación que quizá sea válida, pero poco estratégica, hablando en términos de proyecto de nación.

Cuando Andrés Manuel gana la presidencia de la República, el 1ero de julio de 2018, lo hace con una mayoría apabullante, el descontento colectivo por la corrupción y violencia que vivía nuestro país fueron coadyuvantes del triunfo, pero no los únicos elementos que permitieron la victoria. Antecedió para ello, todo un trabajo táctico y estratégico muy bien razonado; sabía perfectamente que emprender el camino en solitario significaba una alta posibilidad de fracasar.

Haciendo un breve repaso histórico, recordemos que el entonces partido hegemónico había logrado mantenerse en el poder durante 70 años consecutivos, sin embargo, para 2012 el panorama político había cambiado y, como siempre, estaban dispuesto a mantenerse a como diera lugar. Remontaron el vuelo como si fuesen el mismo Ícaro, para caer estrepitosamente seis años después. Como bestia herida comenzaron a reagruparse haciendo las alianzas más burdas de la historia. Carecían de un proyecto de país, solo les importaba recuperar sus privilegios a cualquier precio y, siguiendo esa tónica, declararon a Andrés Manuel como el enemigo a vencer.

Para la década de los 90, con la adopción del “Consenso de Washington”, nuestro país había caído en las garras del oportunismo neoliberal y sin el menor remordimiento, estocada por estocada, expropiaron los sectores estratégicos y engrosaron las filas de población en extrema pobreza. Mientras, unos cuantos concentraban la riqueza. Ridículamente, estuvimos a punto de no ser dueños de la tierra de nuestras uñas y, también, hubiéramos tenido que pagar por la luz que a diario recibimos del Sol.

Teníamos ante nosotros a la bestia apocalíptica, por ello la necesidad de crear estrategias coyunturales que permitieran hacer las alianzas con aquellos que simpatizaran con el proyecto de nación, aunque no necesariamente con MORENA como tal. Era necesario aglutinar a todos los sectores del país, a todas las pacas sociales en torno a la 4T, sin importar prejuicios, todos bajo un objetivo claro. Esta estrategia fue la que permitió el triunfo en las elecciones de 2018.

Actualmente, estamos ante las elecciones más importantes de la historia y las mas decisivas para el proyecto de nación y parece que faltara claridad ante el objetivo que hay que privilegiar. Andrés Manuel ha declarado, fuerte y claro, desde un inicio: “poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés superior, el interés general”.

Muchos olvidan que estamos en un proceso de construcción y, como tal, es necesario primero contar con un cimiento firme a fin de poder erigir los castillos que darán soporte a la construcción. No es posible obviar pasos en un proceso, cada uno llevará su propia particularidad y deberá cubrirse en el tiempo que sea necesario: ni antes, ni después.

Muchas voces se elevan exigiendo su “derecho” y, cada que pueden hacerlo, presumen sus “sus cicatrices de guerra”, como si ello fuera razón suficiente para justificar su pretendido derecho a ocupar cargos de representación popular, o por lo menos algún espacio en el que reciban un trato diferenciado. Se olvidan de que tanto el individualismo, como el puritanismo son enemigos de un proyecto de nación.

Hoy más que nunca, se hace necesario entender que: a) estamos construyendo un proyecto de nación; b) toda alianza es una unión con temporalidad relativa, acordada en función de intereses comunes; c) existen interese antagónicos y no antagónicos y, en función de ello, toda alianza conlleva ciertas concesiones en virtud de los acuerdos. Mismos que deben partir de condiciones objetivas. Entender lo anterior permitirá consolidar lo ya ganado y, en su momento avanzar en la construcción de un nuevo proyecto de nación. Esta es una revolución y no hay más camino que el que va “pa´delante”.

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