marzo 28, 2024

Por José Guadalupe Rocha Esparza

Don Alfonso Taracena Quevedo era pequeño de estatura, de movimientos vivaces y paso presuroso. Portaba su paraguas colgado del brazo por el mango. Como buen tabasqueño, nacido en Cunduacán, era muy dado a las hipérboles. “Puej en Villahermosa tenemoj meses de 45 grados. Y luego empieza el calor”, decía el historiador, cronista y narrador nacido en 1896.

Guardaba recuerdos muy antiguos. “Esta pavorosa e inútil memoria mía”, solía decir como prólogo a sus narraciones. Empezaba diciendo siempre: “Me acuerdo “deque” (sic) los carrancistas vestían como texanos cuando llegaron a la CDMX, tan prepotentes y groseros que entraban a “mear” (sic) en las iglesias”. Fue periodista de El Universal, Excélsior y Novedades.

Recibió las medallas “Félix Palavicini”, “Belisario Domínguez” y “Eduardo Neri”. Desmitificó las interpretaciones falsas de la Revolución Mexicana. Biógrafo de Madero, Zapata, Carranza y Vasconcelos. Escribió su primer libro a los 11 años. Vendrían después 60 obras más. Murió a los 99 años. Solía degustar peje lagarto asado a la leña, servido con salsa de amashito.

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