marzo 28, 2024

ALTIBAJOS DE LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS

Por Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra

       Dr. Pedro González Castro

Cuando Fukuyama consideró el “fin de la historia”, se afirmó la idea de que triunfaría el sistema democrático liberal. Ello, hizo suponer que las luchas por el poder político serían bajo criterios de civilización y pacíficos, y fundamentalmente, a través de procesos electorales. Pero, al no ser correcta esta proposición, resulta obvio que no se diera como consecuencia un equilibrio democrático.

Muchas cosas han cambiado en el panorama que Fukuyama visualizara a principio de los noventas. Ahora, “paladines de la democracia” como Vargas Llosa, Enrique Krause, Jorge Castañeda, junto con ciertos comunicadores –más bien “opinadores”- como Loret de Mola, Ciro Gómez Leyva (por mencionar solo algunos) y hasta académicos “de izquierda”, crean en sus discursos a un nuevo enemigo: el populismo. Este nuevo enemigo, les permite calificar como peligrosos a los líderes que triunfan por vía electoral y evidenciarlos como dictadores, enemigos de la democracia y, por tanto, quienes se oponen a ellos, por cualquiera de los métodos posibles, incluyendo los golpes de Estado, se convierten en “demócratas”.

Indudablemente, un gobierno progresista no está exento de cometer errores, pero ello nunca será razón suficiente para perpetrar un “golpe de Estado”, sin embargo, ocurre. Entender esto implica, necesariamente, partir de un análisis que considere tanto el contexto, como el entorno en que los gobiernos logran ganar por la vía electoral.

Primero: Los líderes políticos, cuando derrotan a sus adversarios en un proceso electoral, no asumen el poder del Estado, ni el poder de la sociedad, lo que se conquista es el gobierno. Por lo que, otros poderes como el religioso, el cultural, el de los medios de información, el militar, pero, sobre todo el poder económico, permanecen intactos. Es decir, el sistema capitalista existente no se destruye, y la propuesta alternativa de un régimen como el socialismo, o cualquier otro ofrecimiento post-capitalista, no se edifica por decreto o a través de discursos.

Segundo: Al seguir siendo países capitalistas, estos no funcionan como estructura económico-social solo a nivel local o nacional. Los circuitos de capital y los procesos de acumulación evolucionan de manera global, por lo que, si se llegaran afectar intereses de una burguesía nacional, directa o indirectamente, se golpea –así sea mínimamente- al capitalismo en su conjunto. Por ello, los países imperialistas como los Estados Unidos, jamás, pero jamás, dejan de brindar apoyos de diversa índole a los opositores en estos países.

Tercero: Un golpe de Estado, no puede verse, bajo ninguna circunstancia, solo como consecuencia de errores cometidos por los líderes de los gobiernos progresistas. Es claro que los diversos grupos de derecha no se cruzan de brazos después de una derrota electoral. Pueden quedar “devastados” momentáneamente o “moralmente derrotados” pero NUNCA muertos. Se recuperan, se reestructuran, redefinen sus estrategias, reúnen de nuevo sus fuerzas y, como a ellos les une el interés monetario-financiero y de acumulación, vuelven tarde o temprano a promover sus ataques, utilizando medios de información, guerras sucias, de mediatización, utilizando fundamentalismos y fanatismos religiosos, xenofobias y actitudes racistas, fomentando el miedo (narcotráfico, crimen organizado), el odio, a través de la mofa, la burla, la bufonería, en la era digital los memes y la confusión. Todo ello, con la ayuda económica y política de gobiernos como el norteamericano. Así sucedió en Brasil con el galimatías del encarcelamiento de Lula, con los disturbios en Venezuela, y ahora con el golpe militar y de Estado a Evo Morales en Bolivia.

Cuarto: Los ejércitos de la mayor parte de América Latina tienen una tradición golpista, vivieron bajo la tutela de las dictaduras militares, donde las desapariciones, torturas, asesinatos, agresiones físicas, etc., fueron pan de cada día, lo que, aunado a toda una estrategia de guerra de baja intensidad, de cuarta generación y de golpes blandos, les convierte en el instrumento idóneo para ejecutar un “golpe de Estado”, al que se suman también los intelectuales orgánicos y comunicólogos, quienes se encargan de fomentar el racismo, el odio y la exclusión, bajo argumentos y discursos supuestamente “democratizadores”, “anti populistas” y “anti autoritarios”

Quinto: Cuando los pueblos carecen de herramientas teóricas y de experiencia organizacional, caen en discursos hipócritas de democracia y falsa liberación, impulsados a través de la mentira, la felonía y la promoción de la corrupción. Estas estrategias logran estructurarse con una gran habilidad en organizaciones de derecha, fundamentalistas, racistas o xenofóbicas. Incluso alcanzan a permear en organizaciones de izquierda, fomentando división, dogmatismo, intolerancia, y falta de respeto; la descalificación y los enjuiciamientos van superando los argumentos y las propuestas. Las ambiciones personales y los protagonismos ramplones superan los actos colectivos, comunitarios, solidarios y verdaderamente revolucionarios, hacen que se deje de lado una estructura organizacional; convirtiéndose en “cajas de resonancia” de las posiciones conservadoras.

Concluyendo: Para enfrentar toda esta avalancha de fenómenos es necesario promover la movilización permanente, a la par de una formación política y con orientación inclusiva. Se debe delegar la democracia a estructuras extra régimen, es decir, que vayan más allá de la estructura del gobierno y de la personalidad de un líder, pues por más carismático que éste sea, no puede por sí solo, hacer lo que por obligación le corresponde a la sociedad. Es impostergable combinar las estructuras de gobierno con formas de democracia horizontal, donde los diversos sectores sociales participen en la toma de decisiones; en donde se fomente la cooperación y la pertenecía a estructuras colectivas de decisión; en donde se promueva a las asambleas y a la unidad de principios, pero, sobre todo, unidad de acciones. Ya lo señalaba José Martí, en la lucha por el cambio y la transformación: “la mejor manera de decir, es hacer”.

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