marzo 28, 2024

Al Maestro con cariño.

Por Andrés García Torres

No soy su biógrafo, tan sólo su alumno de primaria y vecino del Fovissste. Su partida al más allá nos conmueve a quienes con cariño lo recordamos como el mejor maestro en el aula, fue nuestro maestro en cuarto año de primaria (Guillermo Prieto Pradillo) y en sexto año, por un periodo breve; mis recuerdos no dan para mucho, creo se tuvo que separar de esas clases para ir a dar clases a futuros maestros en la Universidad Pedagógica Nacional. Nosotros como alumnos lo extrañábamos, los padres de familia, que en ese tiempo poco se involucraban en las actividades escolares también resintieron su ausencia. Sin embargo, el tiempo que estuvo frente a grupo, fueron los años más maravillosos de mi vida como estudiante.

El Profe Goyo, como le decían algunos con mucho cariño, en realidad era un maestro fuerte, de carácter fuerte, convicciones fuertes y entrega a la docencia con toda su alma. Era un maestro de tiempo completo, nos enseñaba bien las matemáticas, nos ponía a leer poesía, nos anotaba corridos de la revolución mexicana en el pizarrón, (se los sabía de memoria) y nos enseñaba a cantarlos, los corridos que yo me sé fue porque los aprendí en su clase, desde el pajarillo barranqueño, hasta el hijo desobediente. Nadie sabe porque me sé la canción de la Llorona, pero nos enseñó la canción el profesor Gregorio Miranda Navarrete. Yo no supe hasta con él como es que se construye un barco dentro de una botella de cristal, también me enseñé a debatir pasajes de la Biblia como los que le acontecieron a Moisés frente al faraón, vs. Compañeritas que eran practicantes de la fe, por convicción familiar. El maestro Gregorio, generaba clases vespertinas para los alumnos más avanzados del grupo, en el comedor de su casa, dentro de los que se encontraban su hija Cora Miranda Piña, yo creo que a mí me invitaban más por caridad que por avanzado, pero me llegué a colar a esos grupos de estudio de los eruditos de cuarto grado. Recuerdo a la niña más avanzada de la clase: Rosalba Leal Andrade, a quien todavía le guardo gran admiración por su agilidad mental, su disciplina y su humanismo. Pero el maestro Gregorio no sólo era un académico de cepa, también fomentaba el deporte con los vecinos del Fovissste; como yo nunca fui destacado en jugar deporte en equipo, esa parte no me tocó vivirla con los vecinos contemporáneos al lado del Maestro Gregorio. Sin embargo lo veía pasar por las tardes con su cachucha y un grupo de jóvenes caminar a la parte superior del Fovissste donde antes eran cañaverales y establos, (potreros) donde existían canchas improvisadas de beisbol y futbol.

El maestro Gregorio no creía en la masonería, o tal vez nunca pudo ser aceptado en ese círculo de reductos varones, alguna vez me lo comentó, pero como yo era demasiado pequeño, no le entendí lo que me quiso decir. También imprimía en mimeógrafo, tanto canciones, corridos, poemas, villancicos y hasta las guías de exámenes para concurso regional donde nos ponía a estudiar con fe. Una vez saque segundo lugar en un examen de matemáticas, que fue mi mayor logro, tras estar internado dos meses en el hospital del Issste a los diez años de edad. Un gran regalo que me hizo mi querido profesor, fue llevarme a un grupo de compañeritos de la primaria a visitarme al hospital. Jamás lo podré olvidar. ¡Gracias Profesor! La verdad es que los tuvieron que sacar de la visita vespertina al Hospital del Issste, porque de tanta risa, hacían que me doliera la herida de la operación de apendicitis. Hasta que me hacían llorar. Tal vez lloraba de ver a los amigos que me visitaron al hospital. Jorge, Víctor, Adolfo, Iván, no recuerdo a todos, y no quiero dejar pasar alguien más, pero iban acompañados del Profesor Gregorio.

En mi edad adulta (joven adulto) platiqué con él dos o tres veces, me reiteraba su cariño, su confianza y me pedía que no desviara el camino de la honestidad y del deber ser. Leí algunas publicaciones de él, las del Diario del Pacifico no me tocaron, acaso las del Censura. Algunas crónicas de panteones y en más de alguna ocasión entrevistas en radio o televisión. Hoy me entero de su partida, la última vez que lo vi -y me dio gran emoción- fue cuando a nombre de los vecinos del Fovissste le tocó dar el grito un día de la independencia, ondeaba la bandera en el parque infantil y yo lo grabé con mi Smartphone. Mis recuerdos son sólo eso, recuerdos; pero la tarea trascendente del Maestro, es que nos va a seguir dando sus mejores enseñanzas desde el cielo: ¡Larga vida a mi querido profesor Gregorio Miranda Navarrete!

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