marzo 29, 2024

Por Alfredo Padilla

Cuántas veces no hemos visto, oído -o hasta vivido, vale decir- de experiencias de cuando se ha querido hacer algo con demasiada prisa, ante determinada coyuntura que promete ciertos dividendos ya sea personales o en favor de otros (toda vez que surge de pronto en el ‘ahora o nunca’), y se termina haciendo todo de forma equívoca, precisamente por la toma impulsiva de decisiones, sin un esfuerzo mayor de raciocinio: causa y efecto desde el corto y hacia el largo plazo.

Esto puede aplicarse con lo sucedido el pasado viernes 19 de mayo, luego de las polémicas acciones llevadas a cabo a su vez por parte de la presidenta del Congreso, Alba Cristal Espinoza Peña, de hacer de manera por demás improvisada y sin medir tiempo y circunstancias, un evento eminentemente proselitista justo al interior de la «casa del pueblo» (como ella le dice), del recinto de la legalidad, ejecutando quizá un encargo muy valioso: recibir al mensajero y proceder con todo un bien articulado proceso de fortaleza, confiando en que lo haría precisamente con tacto, oficio político y comunicacional, y sin riesgo alguno innecesario del tipo legal, que pusiera en entredicho el propio proyecto, en el clásico: «no me ayudes compadre»; porque así entonces, ¿de qué forma se puede ya estar «a gusto».

Ese día (que pudo haber sido de gran impacto y peso político en favor de ‘la causa’, en un marco completamente ajeno a todo uso de elementos y recursos de índole oficial e institucional, y de ejemplo en cambio por la inteligente y estratégica trama que hiciera la diferencia), se pudo observar a muchos diputados locales encabezados por la propia diputada presidenta, envueltos completamente en la impulsividad partidista, lo que a juicio de expertos y a la luz de lo que establece la ley, es sin duda violatorio, pues el pronunciarse o ejercer anfitrionía de ‘avanzadas’ de tal o cual ‘corcholata’ presidencial -ahora es la peculiar nomenclatura usada por el Presidente de la República mismo-, sin cuidar forma alguna con recursos oficiales, del pueblo, manda un mensaje distorsionado de que ‘el fin justifica los medios’ , y el pueblo sigue siendo el mismo de siempre, sumiso y aguantador de lo que se haga en el ejercicio del poder con tal de seguirlo conservando, o escalar a mayores posiciones, cuando el pueblo precisamente es el que debe de estar «a gusto», no los políticos, en un marco de elemental respeto al marco legal, del Estado de Derecho, de su propia inteligencia y dignidad.

No por nada, una gran mayoría de los (a) políticos en México – con marcadas excepciones-, enfrentan una gran crisis de credibilidad, y en consecuencia su modus operandi se basa en acordar en su momento con las cúpulas partidistas un singular intercambio de beneficios, que al pueblo en nada le benefician, ¿pues acaso bastará con acarrearle a escuchar y a cantar con los artistas que quiere y le gustan al «político», y que costea con recursos del propio pueblo para solucionar sus crecientes problemas? El político queda «a gusto», ¿y el pueblo, el que regresa a su realidad después del festín, al que no se le consultó si lo quería?

Hay un ejemplo a nivel nacional que pudiera explicar qué sucede con la crisis ideológica, o la identidad, y se trata de la Senadora Lily Tellez, dónde sin contar con simpatía alguna por el partido oficial Morena, en su tiempo acordó, y con todo se le buscó.

Por tanto, no queda más que esperar una transformación de fondo, en este caso, en la práctica política y parlamentaria donde el pueblo sea ya verdaderamente el protagonista, por la representación genuina de sus intereses, por su derecho a que, en los hechos, el recinto Legislativo sea su casa, y no más para la efervescencia política de los que juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución Política, y las leyes que de ella emanan, porque así debe de ser, y es su mandato, mandato del pueblo.

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