marzo 19, 2024

La revolución no es algo fijo de una ideología,

ni algo de una década en particular. Es un

proceso perpetuo incrustado en el espíritu humano”.

Abbie Hoffman

Por Dr. Pedro Gonzáles Castro y

Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra

Independientemente de nuestra voluntad, en pleno siglo XXI y en la antesala de la 4T, estamos ante una abrumadora continuidad de usos y costumbres políticas que durante muchos años ha permeado al Estado mexicano; ingrata herencia de los dos siglos anteriores.  En enero de 1911 el Ypyranga alemán, si bien trasladó los miseros despojos del mayor traidor de nuestra historia, estuvo lejos de llevar en su seno tanto dolor y miseria generados por una oligarquía pandémica.

Al igual que los defensores de franco y los de Pinochet, hay quienes han tratado de construir un “misticismo romántico” alrededor de Porfirio Diaz. Entre estos podemos enlistar a Carlos Manuel Tello Díaz, José Manuel Villalpando, Enrique Krauze, Carlos Salinas (auspicio la serie: El vuelo del águila), Emilio Azcárraga Milmo (quien promovió la repatriación del cuerpo del dictador), Felipe Calderón[1] y, en ultimas fechas, los diputados del Partido Verde (PVEM) de Guanajuato[2].

Aunque López Obrador ha declarado que de su parte no hay inconveniente, lo cierto es que nadie quiere cargar con la responsabilidad histórica de uno de los episodios mas obscuros y sangrientos de nuestro país. Sin embrago, ello no ha sido pretexto para que sus practicas políticas dejen de tener vigencia.

Alejandro Rosas, en el 2015[3], asevera que Díaz estableció una serie de mecanismos de control que sustentaron el sistema político de su régimen, mismo del que abrevo el PRI y sin empacho recuperó, adaptó y reprodujo. Aunque en su discurso oficial siempre estuvo orientado a convencer a los mexicanos de que la Revolución, movimiento contra el porfiriato, era la panacea para los problemas de país.

Entre el porfiriato y el neoliberalismo solo opera una temporalidad aderezada con una reconceptualización romántica hacia el primero y que ha sido utilizada por la oligarquía como estandarte con un eslogan simplista: “el mejor presidente que ha tenido México es Porfirio Díaz”.

Durante el periodo salinista se trabajó mucho tratando de desvanecer la política patriarcal y antipopular de Díaz, dice Alejandro Rosas, como una forma de justificar la […] inversión extranjera, capital privado, libre comercio, orden y progreso material, pero, sobre todo, la modernidad como ariete ideológico […].

Después de la Revolución, el siguiente paso de la oligarquía era afianzar el poder, por lo que cómodamente adoptó y adaptó los mecanismos de control del porfiriato, agregándole una doctrina corporativista, lo que en su momento permitió el control de los diferentes sectores de la población a través de un solo partido.

Hace veinte años que se hablaba de la extinción del PRI como primera fuerza política, sin embargo, los más de 70 años que mantuvo el poder, de manera consecutiva, dio origen a un enramado político basado en cuatro pilares del porfirismo: el autoritarismo, la simulación, la corrupción y la impunidad.

Quiérase o no, esto ha sido parte de la formación de muchos cuadros que ocupan el actual escenario político de nuestro México, en todos los niveles. De allí la importancia de la lucha en todos los frentes; si queremos resultados diferentes, hay que hacer las cosas de diferente manera.

A mas de un centenario de explotación y sometimiento ideológico, es necesario el ejercicio dialógico para reconstruir el discurso político no desde las cúpulas formadas de líderes de élite (burocracia racional weberiana), sino desde los barrios, colonias y comunidades. Desde aquellos espacios en donde nos identifica la horizontalidad y una realidad inmediata que nos permite asumirnos no como masa homogénea, sino como estructura social fragmentada que necesita encontrar sus coincidencias y partir de ellas para crear una independencia política.

Como lo propone Freire, es necesario el proceso de descolonización y para ello hay que construir un “universo vocabular” coherente y significativo respecto a nuestras experiencias y problemáticas comunes a fin de objetivar el proceso de democratización y ciudadanía como política de lucha. Observar el entorno, contrastar con la teoría y luego transformar la realidad, en un continuum acción y reflexión, esa ha de ser la metodología de nuestra lucha.

¡Esta es una revolución ideológica y no es perdonable titubear!

[1] https://elpais.com/cultura/2015/07/02/actualidad/1435799547_085319.html

[2] https://www.infobae.com/america/mexico/2020/10/03/diputados-buscan-repatriar-los-restos-de-porfirio-diaz-ante-el-temor-de-que-queden-desamparados/

[3] Recuperado de: https://www.animalpolitico.com/blog-invitado/las-dictaduras-perfectas-a-100-anos-de-la-muerte-de-porfirio-diaz/

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